Foto:El Correo.De izquierda a derecha; Julio Cesar Lamas, Hermes Desio, Fabrizio Oberto, Andrés Nocioni, Martín Astudillo, Martín Herrera, y Juan Alberto Espil, paseando por la plaza de la Virgén Blanca de Vitoria-Gasteiz.
Por Iciar Ochoa de Olano. El Correo
Hay que escarbar en las estadísticas para comprobar que, lejos del oque las córneas alcanza ra ofrecer , Vitoria es de un gris caleidoscopico. En realidad, de un marengo tamizado con gotas filipinas, mauritanias,salvadoreñas, noruegas, pakistaníes, polacas, taiwanesas y de otros sesenta paises.
De momento, juntos apenas da para un sirimiri.Los ciudadanos extranjeros anclados en las capital alavesa – cerca de 3.000- sólo superan y ligeramente el 1% de la población total. Pero algunos, por mor del todopoderoso deporte, dan para un temporal. Están a años luz de igualar la invasión germana -177- que ha traído Mercedes. Más aún de dar la nota de samba que ha puesto Brasil -238- de la mano de la firma Gamesa. Jamás superarán a los hijos de los marroquies de Alá -455-, ni mucho menos a nuestros hermanos de tierra, los portugueses, los más numerosos, con 533 nativos.
Sin embargo, la Llanada alavesa cada vez se asemeja más a la Pampa. Entre todos los argentinos domiciliados en Vitoria no suman medio centenar, pero siete de ellos ha sido suficientes para, cada fín de semana, concentrar en un un puño las emociones – más emocionantes que nunca, sobre todo por parte albiazul- de miles deus vecinos. Unos en Mendizorroza, otros en el Buesa Arena.
«UN CLAN A LA ITALIANA»
Como ya pasó en la Ciudad Condal con la tierra de los tulipanes, Vitoria se ha ido hermanado poco a poco con la patria del tango. El primero en allanar el terreno fue el alero baskonista, Juan Alberto Espil, hace ya de cuatro años. Doce meses más tarde lo rubricó el futbolista Hermes Aldo Desio. Desde el pasado verano, el desembarco gaucho ha sido incesante: los alavesistas Mauricio Astudillo y Martín Herrera, casi a la par , y un poco más tarde , el alero Andrés Nocioni, el entrenador Julio Lamas y el pivoti Fabricio Oberto. que han terminado por atornillar el vinculo.
Si su presencia en Vitoira no pasa desapercibida, en buena medida se debe a una racha deportiva que les ha alzado a los primeros puestos de sus respectivas ligas. Es cierto. Como deportistas de élite que son, su profesión no les permite estridencias. Pero tampoco sus genes. «El argentino es muy italiano. Para nosotros, la familia en lo primero. De hecho , en nuestro país el domingo es sagrado. Aunque a la noche anterior te hayas acostado a la siete de la madrugada, a la hora de comer toda la familia está sentada a la mesa como un clavo, seguro», explica Desio, a menudo el que coge la directa.
Por eso, cuando los compromisos ligueros lo permiten no es nada raro, ver a lores sudamericanos del Alavés, – a veces incluso también a algún compatriota baskonista- montando un «asado» al más puro estilo gaucho en el jardín de la familia Herrera, el único del clan que ha tenido la «fortuna» de encontrar libre un adosado. El argentino, sépanlo ustedes, es un carnívoro nato. Tanto, que no se corta un pelo. Al menos así lo confiesa el entrenador Julio Lamas, a la hora de reclamar a su carnicero habitual una chuleta de cerdo «cortada a la contra», que es como les gusta.
«MATE CON MORRIÑA»
Si el tiempo no acompaña, cosa que ocurre demasiado para desgracia de los frioleros Herrera y Espil , la excusa es un mate, la bebida más popular de la república americana. Entre sorbo y sorbo de esta amarga infusión a base de yerbas que se procuran en unos grandes almacenes de la ciudad, la cháchara -siempre a buen volumen, como buenos italianos argentinos- acaba tarde o temprano cruzando el charco.
«Aqui estamos bien, pero es muy duro estar tan lejos de los tuyos», confiesa Roxana, la mujer de Desio, mientras procura dar abasto con sus dos pibes, ambos naciods en Vitoria. Gonzalo de solo siete meses, y Juan Pablo que a sus dos añitos, ya chapurrea algo de euskera, «! No sabes que susto cuando llegó un día a casa y empezó a contar en vasco! No sabíamos que le pasaba. Decía algo de pintxo, pintxo y me harté de decirle que se decía pito», ríe la mamá antes de retomar los sinsabores del mate y de su vida.»Cuando te casa casas con un futbolista, sabes qué vida te espera y te mentalizas. Nosotros hemos vivido antes en Vigo y en Salamanca y cuando te haces a una ciudad y a sus gentes, te tienes que marchar. Por eso, te acabas haciendo reacia a hacer amigos. Tarde o temprano los acabas por perder».
Astudillo y su novia, dos veinteañeros recién llegados de la ciudad de Mendoza, escuchan a Roxana con los ojos como platos. Ellos están al principio de una excitante aventura para la que en cambio, Espil y su mujer, Mara, ya han diseñado su final. A diferencia del resto de sus compañeros, la pareja ha decidido echar raíces en España, «Si pude ser en Vitoria, mucho mejor.La niñas ya son mayores, tienen 8 y 10 años , y se han adaptado bárbaro».
Ellos también gracias, en parte al caprichoso destino. » A las tres semanas de llegar aquí, un día mujer fue a hacer la compra y dos niñas le preguntaron si era argentina. Le dijeron que su mamá también, que no tenía amigas, y que si quería conocerla. Fuimos y ahora somos cuatro familias de argentinos, una de ellas en Bilbao, los que salimos», recuerda Espil.
El pantano las «pintorescas «, villas de Getaría, Zarautz o Biarritz -«aún estoy esperando que Desio cumpla y nos lleve de excursión» se queja Astudillo- y las mismas calles de Vitoria se las conocen ya al dedillo. Sólo Nocioni y Oberto, dos jovencísimos aún en periodo de aclimatación, se atreven a ponerle algún pero. «Es muy cómoda y linda, pero !ché! qué de rotondas y semáforos tienen. Bueno y dobles filas. !Es alucinante!». coinciden en señalar con ese acento cantarín capaz de disfrazar de piropo la crítica más feroz.
«¿ Y qué me dicen de los pisos?» En Argentina todo vale el doble que aquí. Pero las casas son más baratas que los coches. Yo nunca podré entender que una persona de 25 años tenga que hipotecarse hasta los 50 para pagar su hogar, como sucede aqui». Suelta Desio con vehemencia mientras alimenta a Gonzalo con un biberón. «Claro que la calidad de vida y la seguridad ciudadana de la que disfrutan ustedes aquí es maravillosa. En Buenos Aires no es aconsejable ni siquiera coger un taxi. De diez ciudadanos, a ocho les han robado alguna vez», irrumpe Lamas.
«Pero eso ocurre en cualquier pais que vive una recesión como el nuestro. Gobierne quien gobierne las instituciones no funcionan. En los últimos diez años toda nuestra riqueza se ha vendido a las grandes multinacionales y…» Al entrenador baskonista le duele hablar de sus país. Al resto, también. Cada mañana tanto Lamas como Espil se conectan a sus «computadoras» para conocer los pormenores deportivos y no deportivos de Argentina, vía internet.Pero a menudo sólo se comentan las hazañas del Boca Juniors, el Indpendiente , el Racing Club, o el último parte médico de Maradona.
«Mi mamá me recuerda cada tres días cómo están allá. Y es triste. Además, nosotros no hablamos tanto de política como ustedes», recriminan al unísono Desio y Espil. En sus ocho meses en suelo alavés, Astudillo ha podido comprobar eso y otras cosas más. «Como los leales que son los vascos, Desio me dijo que sos gente que simpre viene de frente, que cuesta entrar, pero que cuando entra es muy bueno», repite con la lección aprendida.
Sus mujeres y novias tienen más ocasiones para comprobarlo. Por lo general, cuando recogen a los niños de la Presentación de María, Corazonistas o Marianistas , y comparten café y conversaciones con las demás madres. «Algunas son terribles. Todo el día preguntando por el Alavés», se queja orgullosa Cecilia, la esposa del portero sudamericano, una de las fijas en el desayuno matutino que cada miércoles, en la cafetería San Prudencio se regalan todas las féminas del Alavés.
Una costumbre que tiene visos de cambiar a juzgar por la alegría que ha causado en esta colonia la apertura en Vitoria del primer restaurante gaucho ¿Vhite?», Argentina está de moda.
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