Unai Morán, autor del libro ‘Leyendas del baloncesto vasco’, nació en Barakaldo en 1980, es licenciado en Comunicación por la Universidad de Navarra y ha trabajado para periódicos como El País y El Correo como redactor de Política, Interior, Justicia y Deportes. También ha cubierto grandes eventos del deporte de la canasta como fue el Mundial de 2014 que tuvo a Bilbao como una de las sedes.
Cuéntanos de dónde viene tu vínculo por el baloncesto: si es previo a tu trayectoria periodística, si has jugado o entrenado a equipos, o has sido aficionado de algún club en particular.
Mi principal vínculo con el baloncesto siempre ha sido como aficionado. Me enganché al deporte de la canasta a finales de los 80 con los partidos que daban en abierto por televisión, una oportunidad que apenas tienen los jóvenes de hoy. Luego llegaron las revistas, los periódicos, las gradas de los pabellones…
Nunca he sido seguidor de un gran club en particular. Me interesan más los equipos, en función de los jugadores que integran las plantillas. Si me identifico con ellos, acabo simpatizando con su club, pero sólo de manera temporal. Lo que sí valoro es el trabajo de formación y siempre me resultará más atractivo un club de cantera que aquel que recurre al talonario para realizar fichajes, por muy mediáticos que sean.
Como jugador nunca he llegado a estar federado, aunque sumo miles de horas de vuelo al aire libre en eso que ahora llamamos 3×3, aunque a veces lo practicábamos dos contra dos o cuatro para cuatro. Lo importante era jugar y divertirse.
Foto: Editorial Sargantana. Portada Leyendas del Baloncesto Vasco
Antes de lanzarte a escribir ‘Leyendas del baloncesto vasco’, ¿Cuál ha sido tu recorrido profesional desde los medios de comunicación cubriendo este deporte?
Lamentablemente, el baloncesto nunca ha estado entre mis principales cometidos profesionales. Eso sí, me inicié con artículos referentes a equipos locales y con el tiempo llegué a escribir crónicas y artículos puntuales sobre Baskonia, Gipuzkoa o Bilbao Basket, así como reportajes al hilo de eventos singulares como la Supercopa de 2007.
¿Qué supuso para ti vivir in situ el Mundial de 2014 que tuvo a Bilbao como una de las sedes iniciales? Además, con el atractivo añadido de ver de cerca a la selección de Estados Unidos. ¿Qué implicaba para tu trabajo informar sobre el combinado estadounidense? ¿Alguna anécdota o recuerdo en especial? ¿Jugador o jugadores que más te llamaron la atención…?
Bilbao fue la sede institucional. Barakaldo fue la real. Poder acercarme a pie hasta el Bizkaia Arena y compartir pabellón con algunos de los mejores jugadores del mundo fue increíble. Hacerles llegar el típico balón que sale de la cancha, tenerlos a palmo y medio en las declaraciones ante los periodistas… Tuve la sensación de estar viviendo algo que no se iba a repetir fácilmente.
En el plano deportivo, me hubiera gustado ver a Estados Unidos con oponentes de mayor entidad. República Dominicana, Finlandia, Nueva Zelanda, Ucrania y Turquía no fueron rivales. El grupo de Granada, con España, Serbia, Francia y Brasil, era mucho más potente.
¿Qué impacto crees que tuvo para Bilbao acoger la primera fase de este Mundial?
Fue un evento estratégico entre todos los organizados para dotar a Bilbao de fama internacional y cumplió con las expectativas. Acoger a la selección de Estados Unidos fue el mejor reclamo y la organización resultó perfecta. La asistencia a los partidos fue alta y la imagen ofrecida, creo que buena.
Foto: Unai Morán
Y seis años después, ¿qué te llevó a escribir ‘Leyendas del baloncesto vasco’?
El creciente desapego hacia las plantillas que cada año confeccionan nuestros principales clubes. Nos estamos acercando a un modelo de baloncesto como negocio que se asemeja al de la NBA y no creo que sea positivo. Falta arraigo y sobra marketing. Los jugadores proceden de lugares más recónditos cada vez, como si lo exótico fuera sinónimo de éxito o reclamo, y ni siquiera llegan a estabilizarse en la mayoría de los casos. La cantera, en cambio, requiere más trabajo y menos propaganda, pero aporta una señas de identidad fundamentales. Creo que en baloncesto hay que apostar también por la política de ‘kilómetro cero’ y el libro sólo pretende ser un punto de partida para la reflexión.
¿Cómo surgió la idea? ¿Cuál fue tu planteamiento para estructurar el contenido del libro?
No percibo nada propio en las plantillas de Baskonia o Bilbao y me pregunté desde cuándo ocurría esto. Eché la vista atrás y descubrí que no era un problema reciente. La mayoría de los grandes jugadores vascos llegaron a serlo porque les dieron la oportunidad fuera de Euskadi. Es algo que sigue ocurriendo a día de hoy y que quizá late como causa de que el baloncesto no parezca un deporte tan propiamente nuestro como otras modalidades, a pesar de que lo practican más de 40.000 jugadores cada año. Pensé que contarlo podía ser el primer paso para cambiar las cosas.
El libro cuenta con cerca de 200 páginas en las que se repasan los hitos más notables de nuestro baloncesto. ¿Cómo fue el proceso de investigación para cubrir cerca de un siglo basket en Euskadi? ¿Qué fuente o archivos has consultado, sobre todo para indagar en la época más antigua?
La investigación se ha basado en tres fuentes principales, además del testimonio oral de los propios protagonistas. Por un lado, he recurrido a libros ya publicados, como Basket en Bizkaia, en el que se recogen multitud de datos históricos sobre el origen de nuestro baloncesto. Por otro, he consultado artículos históricos de periódicos como El Correo, Deia, La Gaceta del Norte, Egin o El País. Y en el tercer lugar, aunque no por ello menos importante, nada de esto hubiera sido posible sin la información de páginas web que son una auténtica hemeroteca virtual, como baskonistas.com.
¿Quíénes son los protagonistas del libro? ¿Qué tal se tomaron la idea de colaborar contigo?
El libro recoge la biografía de 12 jugadores históricos (Emiliano, Prada, Querejeta, Iturriaga, Davalillo, Laso, Carbajo, Morales, Galilea, Iturbe, Salgado y Urtasun), en lo que pretende ser un guiño al número habitual de integrantes de una plantilla de baloncesto, y se completa con Brizuela como representante en activo. La mayoría de los protagonistas comparten la visión sobre el estado del baloncesto vasco y acogieron con los brazos abiertos la iniciativa. Su aportación ha sido esencial, al igual que la colaboración de Txus Vidorreta al escribir el prólogo.
¿Algún relato que te haya sorprendido gratamente o que fuera inesperado?
Cada biografía es una historia en sí misma. Emiliano y aquel incipiente baloncesto profesional en el que se veían obligados a organizar mercadillos para completar el sueldo, Iturriaga y su medalla de plata contra Jordan en las Olimpiadas de Los Ángeles, las odiseas de Davalillo haciendo auto-stop para seguir jugando al baloncesto, el partido de Morales contra los Lakers, la surrealista oferta de renovación a Galilea después de un año sin cobrar en Grecia, la apuesta americana de Iturbe… Aventuras y desventuras que pueden servir de inspiración para cualquier joven jugador que se decida a dar sus primeros botes.
Si hablamos de baloncesto de primer nivel, Álava, Gipuzkoa y Bizkaia han contado y cuentan con clubes en la élite de este deporte. ¿Es el baloncesto vasco, después de Cataluña y Madrid, el que se sitúa en el siguiente nivel de relevancia?
Baskonia, Bilbao y Gipuzkoa son referentes en la mejor Liga nacional de Europa. Somos una potencia a nivel de clubes, pero gracias a jugadores que poca relación tienen con la salud real de nuestro básquet. Si hablamos de cantera y baloncestistas propios, estamos lejos de Cataluña y un peldaño por debajo de Madrid o Andalucía. No está mal si se tiene en cuenta la escasa atención que nuestros clubes prestan a la formación. Tenemos talento innato en posiciones exteriores, pero necesitamos un trabajo más profesional para pulir a interiores de garantías.
¿Mejoraría la situación con otra política de cantera?
Nuestra genética no es la de los países bálticos o balcánicos, pero tampoco se diferencia tanto de la catalana y allí salen jugadores de baloncesto como aquí ciclistas. La diferencia está en el trabajo. Barcelona, Joventut, Manresa o Girona manejan una importante base de jugadores autóctonos, mientras que aquí hay clubes que prefieren explorar el planeta en busca de diamantes y fichan extranjeros para sus equipos inferiores.
¿Quiénes crees que han sido los jugadores o entrenadores más relevantes en cada uno de los territorios históricos, ya sea por historial o relevancia de sus respectivas trayectorias?
Emiliano es el jugador por excelencia. Aunque nacido en León, llegó con ocho meses a Bilbao, donde dio inicio a una carrera deportiva que le llevó a ser capitán del Real Madrid y mejor jugador de Europa.
Como vizcaíno de nacimiento elegiría a Iturriaga, ya que nadie ha igualado aún su palmarés. Prada fue el primer referente del baloncesto guipuzcoano. E Iturbe, por la revisión del baloncesto que aportó como cuatro abierto, creo que emerge entre los jugadores del territorio alavés. También he incluido a Urtasun como navarro más destacado.
En los banquillos, me decanto por Vidorreta y Laso. Al margen de los títulos que han cosechado en el baloncesto más competitivo que hemos conocido nunca, son los dos entrenadores vascos con más partidos dirigidos en la ACB.
¿Qué nos puedes contar de los representantes del basket alavés que aparecen en tu libro?
Alaveses de nacimiento hay dos. Y de adopción, otros dos. Entre los primeros, Laso fue el verdadero timón de aquel Baskonia que se cansó de ser modesto y apostó a ganador. Algo de lo que no pudo disfrutar Iturbe, porque, como él mismo lamenta, en el club de su ciudad no le dieron siquiera la oportunidad. Fue el Real Madrid quien supo ver sus cualidades y le abrió la puerta de Europa tras su paso por la NCAA norteamericana.
Entre los adoptivos, Querejeta es casi un sinónimo de Baskonia. Se dejó la piel como jugador y ha dado continuidad al crecimiento del club desde la presidencia. Junto a su nombre, el de Galilea, un gran base donostiarra de nacimiento que tuvo la suerte de formarse al dictado de la vieja escuela vitoriana de entrenadores.
¿Cómo se ve al Baskonia desde fuera de Vitoria-Gasteiz, sin estar muy lejos de la capital alavesa?
Baskonia no sólo ha sido y es el club vasco de referencia, sino que es también uno de los trasatlánticos del baloncesto europeo. Sus títulos y resultados así lo avalan. Y, sin embargo, eso no lo distingue de muchos otros clubes de cualquier parte del mundo. La esencia del Baskonia, en realidad, hunde sus raíces en la simbiosis que tuvo con la ciudad de Vitoria hace ya unas cuantas décadas. Y aquel hermanamiento queda muy lejos ya del modelo que explota el club en la actualidad, de espaldas a su ciudad en muchos aspectos.
Pensar en el Baskonia, todavía hoy, es pensar en aquel Pablo Laso que creció junto al equipo durante 11 temporadas o en el Querejeta jugador que renunció a ganar títulos por defender unos colores… Aquellos jugadores suponían un motivo de orgullo y un sentimiento de pertenencia. ¿Cuál es el principal motivo de orgullo hoy? ¿Los títulos? ¿A cualquier precio? ¿Cómo en cualquier otro club? Con Querejeta de presidente, el Baskonia ha funcionado muy bien como empresa y ha crecido mucho como club, pero se ha dejado demasiadas cosas por el camino. Las cosas que lo hacían realmente singular.
¿Y tiene sentido recuperar aquel modelo de Baskonia en pleno siglo XXI?
El baloncesto y el mundo han cambiado. No se trata de volver a un modelo anacrónico, sino de recuperar lo bueno que aquel modelo tenía y tratar de compaginarlo con otras ideas que han funcionado bien. Recuperar las señas de identidad, en definitiva. No es incompatible con el baloncesto del más alto nivel. Clubes como el Málaga apuestan por el talento andaluz o nacional en su defecto, el Joventut tiene hasta cuatro jugadores de la propia ciudad de Badalona y el Valencia, con L’Alqueria, ha dado forma a un proyecto de formación de jugadores que es la envidia de Europa. Nuestros clubes, Baskonia y Bilbao en especial, van en dirección contraria y tiene sus riesgos.
¿Cuáles?
Limitar la construcción de una plantilla a la caza de talentos internacionales, cual franquicia norteamericana, puede funcionar mientras haya dinero. Se pierde el concepto de equipo, pero puede dar resultados deportivos si se gestiona bien. El problema es cuando el dinero desaparece y compruebas que tu proyecto no era tan sólido como aparentaba. Es un poco lo que le ha ocurrido al Bilbao Basket. Durante años se esforzó en levantar un árbol con demasiado follaje, pero nadie se preocupó de las raíces y, en cuanto ha soplado un poco de viento, el árbol se ha tambaleado. ¿De quién vas a tirar cuando te vengan mal dadas?
El libro, además de testimonios, se completa con la trayectoria de todos los partidos disputados por la Selección de Euskadi desde 1980. ¿Fue la década de los ochenta la más potente por la calidad de los integrantes que participaron en los partidos del combinado vasco?
En los años 50 salió una buena camada de jugadores (Prada, Mendiburu, Querejeta, Iturriaga…) que llegó en plenitud a los 80 y ofreció un gran nivel en las primeros compromisos de la selección. El relevo lo dieron Laso, Morales, Galilea o Iturbe, quienes incluso llegaron a competir de tú a tú con Croacia ante 5.000 espectadores en La Casilla. Desde entonces, el nivel no ha sido el mismo. La creciente competencia en una Liga ACB cada vez más internacional y el escaso apoyo de nuestros clubes ha dificultado la irrupción de nuevas promesas, aunque en los últimos años han progresado fuera de Euskadi jugadores como Brizuela o López-Aróstegui.
Además de un anexo con datos y los números más destacados del baloncesto vasco, ¿algún hito que quieras comentar en especial?
El hecho de que el balón naranja se lleva botando en Euskadi desde hace casi 100 años y que fueron las mujeres quienes primero lo practicaron como alternativa al fútbol.
¿Cómo ha sido la experiencia de publicar este libro? ¿Qué acogida ha tenido? ¿Reacciones o comentarios que te hayan podido llegar?
Para empezar, ‘Leyendas del baloncesto vasco’ es un libro de corte periodístico en el que se recogen miles de datos que he tenido que buscar en Internet, hemerotecas y fuentes orales. Ha sido un trabajo duro que me ha llevado cerca de cuatro años, ya que sólo he podido dedicarle el tiempo libre. Eso es lo que hace que la satisfacción ahora sea mucho mayor. Creo que ha quedado una buena referencia escrita de lo que ha sido nuestro baloncesto y confío en que pueda servir de inspiración para las nuevas generaciones de jugadores, así como de reflexión para algunos de nuestros clubes…
En cuanto a la acogida, creo que los aficionados celebran, sobre todo, el mero hecho de que se haya publicado algo sobre el baloncesto vasco. Los hay que valoran también la labor de documentación o incluso el hecho de que pueda llegar a convertirse en un libro de cabecera, de esos que siempre tienes a mano y a los que recurres cuando necesitas encontrar algún dato que se te escapa.
¿Cómo y dónde se puede conseguir ‘Leyendas del baloncesto vasco’?
Como cualquier otro libro al uso. Lo mejor es acudir a la librería de confianza y, si no lo tienen en ese momento, encargarlo. La otra opción es a través de Internet. Basta con buscar el título en cualquier buscador o pedirlo en la propia web de la editorial Sargantana, que ha sido la otra gran artífice de este proyecto.
Muchas gracias por tu colaboración y espero que ‘Leyendas del baloncesto vasco’ tenga una larga vida de ventas y ediciones.
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