El futuro es nuestro,gracias Baskonia.

Foto: Baskonia.Hollis ante Brian Jackson 

Por Héctor Ferández  (Onda Cero Radio)

En una de esas frías tardes del otoño gasteiztarra, en la Cafetería Nebraska, mi memoria sacó su primera foto en baskonista.

Apoyado en la barra, con chaqueta de aviador marrón y gorra de cuero negra.

Essie Hollis era un ser de otro planeta para mis 4 años de edad. Fueron las ganas de volver a ver al Helicóptero en persona las que convirtieron Mendizorroza en mi parque de juegos preferido.

Allí crecía el club y con él los chavales que saltábamos a la cancha a recoger los autógrafos de Jeelani, Ortega, Garayalde, Larry Micheaux o Mcpherson.Los derbis contra Bilbao, las victorias contra el Joventut el minuto de silencio por la desgraciada muerte de Fernando Martín y Petrovic martilleando la canasta, son  parte mis recuerdos en aquel pabellón.

Con el cambio de Mendizorroza a Zurbano llegó una experiencia nueva. Los más jóvenes nos acostumbramos a ver los partidos desde las cercanías del aire acondicionado o, con un poco de suerte, en las escaleras.Pero todo merecía la pena si en el Baskonia jugaba David Wood, mi único ídolo.

Foto:David Wood en la Copa de 1992

Cuando en el patio otros querían ser Bird, Jordan o Magic, yo era Wood, el Gladiador, un jugador clonable que hoy no tendría precio.

 Pero la reflexión era que si jugadores de ese nivel estaban en Vitoria, aquello no podía significar otra cosa que no fuera que el club estaba en un momento ideal para dar un salto hacia un nivel superior. El despegue llegó en aquella semifinal de Recopa frente a Cholet.

Ese día el club entero apuntó las señas de identidad del futuro, porque fue en aquel encuentro ante los Jones, Vargas Rigaudeau y compañía donde eclosionó lo que ahora conocemos como “Carácter Baskonia”.

Una cancha pequeña con un recibimiento hostil y el lastre que suponía una dura derrota dos días antes en el mismo parquet, sacaron a relucir el “Don” del baskonismo.

Eso que dirigentes, jugadores, entrenadores y empleados de presente y pasado han generado durante 50  años a base de esfuerzo y cariño y que no se consigue tan sólo anotando canastas.

Por todo eso también, el Baskonia es una de las cosas que acerca a casa a los vitorianos que residimos fuera. La distancia te hace digerir las derrotas de otra manera y aprendes a saborear las victorias sin ir a la Virgen Blanca. Incluso con la distancia he aprendido a perdonar.

Lo hice con Alberto Herreros un segundo después de conocerle. “Alberto no sabes lo que te he odiado por aquello” le dije.En ese momento, con su respuesta, supe que si alguien debía clavarnos aquel puñal, debía ser una Leyenda en la cancha y un Señor fuera de ella como Alberto.

Por todo esto, desde la distancia, vivo con pasión el Baskonia y presumo de baskonista. En 50 años han pasado tantas cosas que rememorarlas engrandece aún más la leyenda, pero más emocionante aún es pensar en todo lo que está por venir.

El futuro es nuestro. Gracias Baskonia. 

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